
Daltónico el que lo mire
Recital polifónico simultáneo de Ricard Chiang en tres galerías
RICARD CHIANG. OBRA RECIENTE
Galería Altair. Galería Joan Oliver «Maneu». Galería Fiol. Hasta el 16 de octubre
PALMA.- Cuando el sueño es percibido como una suspensión temporal de la vida, y la pesadilla como un trauma mayor de esa detención, el color, estandarte fundamental de todo escarceo de la sangre, se diluye en el tintero para sólo dejar paso a un goteo de luz fría que nos destila por dentro, como en esos alambiques de fabricar alcohol en los que la esencia de la muerte (el formol alcohólico que pretendemos) alumbra al final de la probeta traslúcido y sin color. Ricard (antes de la normalització Richard) Chiang (Barcelona, 1966) ha cometido una incursión quíntuple en el terreno de la luz desnuda, que es aquella que permitía a Kafka, en las tardes decimonónicas de Praga, idear los compartimentos acromáticos de El castillo, y los asfixiantes laberintos cuasijurídicos de El proceso. Porque Chiang no ve la luz al final de sus íntimos túneles, sino que la luz se investiga con los ojos apagados (algunos, para apagarlos, los cierran, aunque todo el mundo sabe que no es necesario), desde dentro -como venimos insistiendo-, de manera que toda distracción puede resultar fatal no para el avance de la investigación, sino para la propia salud del investigador (al fin y al cabo toda investigación de la luz se sumerge, una buena parte del recorrido, en el vacío).
Los trabajos que Chiang muestra en Palma en las tres galerías (Altair, 'Maneu' y Xavier Fiol) de manera simultánea se remiten a cinco grandes bloques, o series, de los que ya conocíamos referencias anteriores en algunos casos como en el de la de los parvulitos del infierno (Casal Solleric, 2001). En todos los casos, incluso en el vídeo mostrado en la galería de Xavier Fiol titulado El vigilante del cementerio, que constituye el quinto bloque de esta magna propuesta artística, Chiang ha optado por la reducción del color a su sombra en la noche de luna fría, de manera que la inquietud, como dice Damià Pons en el texto del catálogo, una inquietud en calma creciente y por tanto cada vez más tensa y más intensa, es la nota dominante, mucho antes incluso de que pueda surgir el pensamiento del miedo y de la soledad.
Empezando por el final, que es como gustan de empezar los adelantados, hay que señalar que las secuencias mostradas en la Fiol del vídeo El vigilante del cementerio constituyen la más vívida escenificación de pesadilla que uno puede imaginar, pues en ella la persecución tópica de toda pesadilla que se precie es cometida por una marea mortecina de niebla que todo lo puede, que todo lo penetra, y que surge del cementerio como una ola triste y lentísima de muerte. Chiang tuvo que pasar largas horas, inmensas noches, en las inmediaciones del cementerio de La Vileta, en el extrarradio de Palma, para conseguir filmar la niebla muerta inundando los restos del paisaje en otra referencia a las ya varias recurrencias de los dos últimos años a la película Los otros, de Alejandro Amenábar. Las secuencias mostradas contienen únicamente un avance de lo que será el primer cortometraje de Chiang, y que constituye una auténtica novedad en su trayectoria artística.
En la misma galería pueden verse los paisajes del alma, denominados por Chiang serie Ríos, ejecutados sobre madera, que se sustancian en paisajes acuáticos en la más insigne tradición de la técnica de naturaleza muerta. Pese a que podría incurrirse en la tentación de abordarlos desde el expresionismo (incluso en su versión abstracta), la sutil trama de fondo, una casi imperceptible retícula que deconstruye la atmósfera para mejor buscar la luz, nos ilumina una pasión recóndita por la estructura, por el orden y la puntería, de la que no puede evadirse el autor. No hay nada dejado al albur de lo que pueda dictar, en su ebriedad, la naturaleza a secas, y el que controla el proceso en todo momento es el artista, que crea un mundo que sólo en una muy remota distancia «se parece» al real.
En la galería Altair, la serie Pin-up, con obras en técnica mixta también sobre madera (sobre la que se ha pegado papel, que ha sido trabajado después con carboncillo, pintura acrílica y muchas capas de barniz), muestran el lado frío de los sueños mórbidos, la trampa que toda seducción encierra, el corto vínculo que anuda a Eros con Tánatos. Porque uno de las puertas que más directamente llevan a la muerte es la que tiene marcados sobre el dintel los labios del sexo.
En una cuarta serie, si contamos el vídeo en la enumeración actual, es la que se muestra en la galería Joan Oliver 'Maneu', bajo el título Parvulitos del infierno. De confección infantil autoimpuesta, es en nuestra opinión la menos relevante, atendiendo a sus connotaciones naïf y referencias argumentales a célebres trabajos de El Bosco.
Cabe destacar por último la serie Raíces, en las que se muestran raíces ennegrecidas embebidas en dados de poliéster transparente a modo de grafismos de sutil filiación japonesa. De gran belleza y refinamiento, constituyen auténticas joyas de la muestra múltiple. En definitiva, y a modo de resumen, Chiang nos aborda desde su mejor momento creativo, con una riqueza de registros de luz y sonido que sólo pueden comprenderse bajo el sentido hondo del concepto de poesía.
ASUN CLAR/ CARLOS JOVER