Pau Waelder


El sueño de la razón de Ricard Chiang


Ricard Chiang – Obra reciente
Galería Altaïr – Galería Xavier Fiol – Galería Joan Oliver “Maneu”



Tras la espléndida antológica que le dedicó el Casal Solleric en 2001, comisariada por Pilar Ribal, Ricard Chiang (Barcelona, 1966) vuelve a protagonizar la escena artística palmesana con esta triple exposición en la que despliega nuevamente su personal universo onírico y tenebroso en cuatro series de trabajos, entre los cuales su primera incursión en el terreno del vídeo.
Una afortunada equivocación hizo que Ricard Chiang me enviase por correo electrónico algunas muestras de su obra más reciente. Al mostrarle mi interés por lo que estaba preparando, me facilitó algunas fotos más y el texto de presentación de la muestra, escrito por Damià Pons i Pons. Elaboro pues este artículo en base al material del que dispongo por inesperada primicia, sin conocer aún los emplazamientos finales de las obras.


En primer lugar, está la serie de la Pin-Up (la modelo), un conjunto de seis piezas de gran formato (1,80x1,22 cm.), en las que el artista reelabora su personaje femenino principal, esa virgen lánguida y meditativa que protagoniza la mayoría de las piezas anteriores. Antítesis de la mujer-objeto voluptuosa, seductora y dócil a la que hace referencia el título, la modelo de Chiang tiene una expresión dura, acentuada por la ausencia de color, y posa sin ganas ante un fondo desdibujado cuyos violentos trazos contrastan con su serena actitud. Se enfrenta al espectador, pero no con esa mirada perdida de la virgen sino con cierto desdén, tal vez reprobándonos nuestra condición de voyeurs. En el fondo, los trazos recuerdan un rápido esbozo a lápiz, a diferencia de la delicada composición de obras anteriores, insinuando formas arcanas, cruces invertidas, ataúdes... todo un mundo de significados ocultos que una vez más llevan a esta pin-up al extremo opuesto de la imagen de consumo que se ofrecía en los años 50 y 60. Cubierta con unas púdicas braguitas blancas, la modelo de Chiang no se nos presenta como un objeto de deseo, sino más bien como un ser que inspira la fascinación de lo prohibido y el temor de lo oculto.
Continuación de la serie Malson Infantil, que se expuso en el Casal Solleric, Parvulitos del Infierno constituye una visión oscura (y desenfadada) del mundo infantil, un auca perversa, un cómic siniestrillo, que conecta con toda una línea de cuentos en la que encontramos a creadores como Edward Gorey o Tim Burton. Chiang elabora aquí el relato de un grupo de niños torturados, acosados por demonios y enviados al infierno. Son escenas que podrían resultar horribles, pero son tratadas en forma de cuento infantil, con los trazos que haría un niño, y quedan así embebidos de una perversa inocencia. No se trata aquí, en mi opinión, de un maltrato real a los niños, sino una metáfora del asesinato del niño interior, la pérdida de la inocencia que se da en el paso a la edad adulta. Al mostrarnos esta historia, el artista exorciza en cierto modo ese mundo infantil azucarado y falso que todos consumimos en nuestros primeros años. La textura de las escenas recuerda también aquellos Caprichos en los que Goya liberó sus demonios interiores, y al ver los pequeños diablos voladores de Chiang me atrevo a decir que algo de ese espíritu es el que anima estos dibujos.
La serie de Paisajes, un conjunto de ocho cuadros, continúa desarrollando la larga relación del artista con la naturaleza como trasfondo y protagonista silencioso. Paisajes de emociones, como los define Damià Pons, marcados por una serena quietud, en los que el agua es protagonista. Un estanque, un río que se proyecta zigzagueando hacia el horizonte, resplandecen en tonos plateados sobre el marco de una orilla negra. El artista coloca meticulosamente las láminas de papel metálico que hacen que el agua cobre vida misteriosamente y proyecte su luz sobre un paisaje de tinieblas. Con su contrastada composición y la pureza de sus formas, en estas piezas Chiang roza la abstracción, sin dejar de transitar su mundo de pesadilla y nocturnidad.
En relación con la anterior, la cuarta serie la forman cinco esculturas de Raíces (150x50x20 cm.), en las que el delicado y sinuoso trazo de los cuadros encuentra su expresión tridimensional. El artista encierra raíces ennegrecidas en bloques de resina de poliéster, dando lugar a un conjunto de composiciones inusuales, en las que las quebradizas formas parecen flotar en el aire, suspendidas en un movimiento irresuelto. La raíz, aquello que se oculta bajo tierra y se propaga trabajosamente en busca de alimento, es aislada y mostrada crudamente como una curiosidad, un objeto de contemplación que le da un nuevo sentido al concepto de naturaleza muerta. Su crecimiento interrumpido para siempre, las raíces están muertas, pero en sus formas advertimos algo orgánico, una posibilidad latente de vida que las hace un tanto inquietantes.
Por último, del vídeo sólo puedo decir que, a juzgar por los pocos fotogramas que he visto, resultará digno del mejor cine de terror. El artista me ha comentado que la película no está del todo completa, por lo que veremos en la Nit de l’Art un trailer de cinco minutos.
Sin duda las obras que componen esta triple muestra denotan el buen momento en que se encuentra la trayectoria artística de Ricard Chiang, un artista que ha sabido desarrollar y consolidar su propio universo personal sin hacer concesiones. La integridad de su trabajo se ve recompensada ahora con este esfuerzo colectivo que han hecho Maneu, Altaïr y Xavier Fiol, todo un evento en la programación artística de este otoño.

Pau Waelder