
Ricard Chiang explora en el phatos y el subconsciente y, por ende, en el mundo de la oscuridad que se adviene; de luz y sombra que se sostienen inquietantes, sus paisajes son cabal escenografía de todo tipo de temores y complemento exacto del imaginario o sospechado destino al que sus —irónicamente llamadas— pin ups podrían llevarnos. De exquisita y sensual factura, sus ninfas púberes aparecen como la morbosa y virginal carnada que los avernos ofrecen al soliviantar del Eros; de marmórea belleza, ángeles malditos de perdición que nos invitan a seguirlas tras la trama gráfica que tejen el submundo al que pertenecen, sus figuras remiten al romanticismo negro que ilustró el terror como condición vital y el deseo de la carne como su estigma. Placer y temor, exaltación de carnes y fluidos y espectros y temblores del alma, son basamentos de una muestra bien dispuesta para templar las miradas, y quizá algo más…
Christian Parra-Duhalde